- La observación de nuestro mundo me pone en evidencia el absoluto relativismoen el que nos desenvolvemo, me muestra de qué modo todo, absolutamente todo lo queme rodea, escapa de cualquier consideración intemporal y ni los pensamientos, ni lasideas, ni los conceptos ni absolutamente nada de nada tienen razón de ser sino en el contexto de un tiempo determinado, sin fijación en lo espacial, de tal manera que todo allno lo es más que en su ahora y aunque se haga constante profesiónde universalidad de conceptos, de perpetuidad de determinados valores o de la vocación de permanencia indefinida, cuando no eterna, de las ideas, la realidad es que nada es mas ajeno a la realidad, que todo sucumbe ante la inconstancia, la volatilidad, lo efímero de un presente que continuamente va devorando lo que en el inmediato pasadose pretendió que se perpetuara y que se encuentra presto a sucumbir ante la presenciade lo que haya de concebirse en el inmediato mañana.Resulta difícil entender que existencia, diferencias, movimiento y desapariciónsean los caracteres de todas las cosas que podemos apreciar por la limitación de nuestrossentidos y más complicado aún que esos cuatro caracteres se puedan contemplar ensimultaneidad. Y resulta también complejo, al parecer, reconocer que ese permanenteestado de provisionalidad con pretensiones tan efímeras como relativas, por no decir,absurdas, de inmutabilidad y permanencia, pueden llevar, utilizando en métodoempírico y aplicando las leyes de la analogía, a la propia negación del ciclo vital delpropio hombre.Si, así lo observo: si contemplamos desde el vector temporal, de maneraempírica, por ejemplo, mediante las reglas y formulaciones de la ciencia biológica, esoscaracteres de existencia, diferencias, movimiento y desaparición, tendremos queconvenir que el ser humano no es en sí permanente en su propio ciclo vital, desde elnacimiento hasta la muerte, pues no solo ya por las etapas que va pasando, infancia,madurez, vejez, sino por el propio ciclo regenerativo que va operando su propiafisiología, el constante fenómeno de sustitución de sus células cada momento, cadainstante deja de ser el que es para ser diferente, modificado, desapareciendo unascélulas, incorporándoseles otras, ….Entiendo que este planteamiento no puede ser admitido en un mundo moderno,pero no cabe otro si se ha de permanecer en una relatividad existencial que, aunquepueda parecer contradictorio, tiende a ser tenida por absoluta, porque se vive en unarelatividad con vocación de absoluta. Por eso se admite sin ningún tipo de objeción quese planteen formulas, conceptos, reglas de convivencia, ideas que decimos seruniversales, generales, permanentes, inamovibles pero que contradicen su universalidad,la inamovilidad, la permanencia con la simple implantación de otras nuevas, distintas,transmutadas bajo el argumento de la necesidad de adaptación.
- Si, lo absoluto en la escala del pensamiento del mundo moderno no es más quepuro relativismo condicionado, por lo tanto, no es sino pura contradicción que llevada ala escala de la vida social impone estas formas, estos sistemas que tratan de atajar lacontradicción con el mecanismo de la imposición dogmática igualmente relativa ycontradictoria como efímera.La pérdida de la concepción de lo absoluto, el rechazo de toda posibilidad de laexistencia de valores, ideas y conceptos permanentes, inmutables, impermeables aldictado del tiempo, la asunción a nivel general y colectivo de que todo ha de sercambiable y que lo “absolutamente verdadero”, lo “permanente e indefinidamentevalido” de hoy mañana deje de serlo son causa de un permanente estado deinestabilidad.¿Cómo se podría recuperar la idea de lo absoluto, de lo permanente en sí, loinmutable y perenne ajeno a la temporalidad? Evidentemente hay formas, haymecanismos que podrían producir ese efecto de fijación, de anclaje, que frenase o,cuanto menos, ralentizase el desbocado desenlace al que lleva la inestabilidad. Y sonmuchas las voces que se han pronunciado al respecto, pero..¡No es esa la cuestión!, al menos para mí no lo es. Encuentro el problema en lageneralización de un estado de cosas que impidiendo las posibilidades de toma deconciencia sobre la efectiva situación se ha instalado en todos los resquicios del llamadomundo occidental, del mundo del progreso material relativo, como todo, y de los valorestransitorios encaminados a alcanzar como fin último ese materialismo inhumano yantihumano que constituye el espejismo universal en el que hoy se vive.Los hechos, las vivencias del presente, hablan por sí solos y se imponen en lacotidianeidad. Se siguen manteniendo esos caracteres, existencia, diferencias,movimiento y desaparición percibibles por los sentidos, aunque negados por resistencia,por temor a la evidencia, y se mantiene y promueve ese arquetipo humano que al perderel hilo de conexión con un absoluto, con un elemento mínimamente trascendente, sevuelve en sí mutable, variable, distinto en cada instante como diferentes devienen suscélulas y su cuerpo se va transformando. Sin la vuelta, la recuperación, de esa idea deabsoluto verdadero y no parcial y relativo, de la trascendencia intemporal y no efímera,no cabe pensar en ningún tipo de orden, en ninguna posibilidad de progreso y mucho
- menos en una pretensión de conexibilidad con lo Universal en el que nos desenvolvemos, me muestra de qué modo todo, absolutamente todo lo queme rodea, escapa de cualquier consideración intemporal y ni los pensamientos, ni lasideas, ni los conceptos ni absolutamente nada de nada tienen razón de ser sino en elcontexto de un tiempo determinado, sin fijación en lo espacial, de tal manera que todovalor, toda verdad, no lo es más que en su ahora y aunque se haga constante profesiónde universalidad de conceptos, de perpetuidad de determinados valores o de la vocaciónde permanencia indefinida, cuando no eterna, de las ideas, la realidad es que nada esmás ajeno a la realidad, que todo sucumbe ante la inconstancia, la volatilidad, loefímero de un presente que continuamente va devorando lo que en el inmediato pasadose pretendió que se perpetuara y que se encuentra presto a sucumbir ante la presenciade lo que haya de concebirse en el inmediato mañana.Resulta difícil entender que existencia, diferencias, movimiento y desapariciónsean los caracteres de todas las cosas que podemos apreciar por la limitación de nuestrossentidos y más complicado aún que esos cuatro caracteres se puedan contemplar ensimultaneidad. Y resulta también complejo, al parecer, reconocer que ese permanenteestado de provisionalidad con pretensiones tan efímeras como relativas, por no decir,absurdas, de inmutabilidad y permanencia, pueden llevar, utilizando en métodoempírico y aplicando las leyes de la analogía, a la propia negación del ciclo vital delpropio hombre.Si, así lo observo: si contemplamos desde el vector temporal, de maneraempírica, por ejemplo, mediante las reglas y formulaciones de la ciencia biológica, esoscaracteres de existencia, diferencias, movimiento y desaparición, tendremos queconvenir que el ser humano no es en sí permanente en su propio ciclo vital, desde elnacimiento hasta la muerte, pues no solo ya por las etapas que va pasando, infancia,madurez, vejez, sino por el propio ciclo regenerativo que va operando su propiafisiología, el constante fenómeno de sustitución de sus células cada momento, cadainstante deja de ser el que es para ser diferente, modificado, desapareciendo unascélulas, incorporándoseles otras, ….Entiendo que este planteamiento no puede ser admitido en un mundo moderno,pero no cabe otro si se ha de permanecer en una relatividad existencial que, aunquepueda parecer contradictorio, tiende a ser tenida por absoluta, porque se vive en unarelatividad con vocación de absoluta. Por eso se admite sin ningún tipo de objeción quese planteen formulas, conceptos, reglas de convivencia, ideas que decimos seruniversales, generales, permanentes, inamovibles pero que contradicen su universalidad,la inamovilidad, la permanencia con la simple implantación de otras nuevas, distintas,transmutadas bajo el argumento de la necesidad de adaptación.
- Si, lo absoluto en la escala del pensamiento del mundo moderno no es más quepuro relativismo condicionado, por lo tanto, no es sino pura contradicción que llevada ala escala de la vida social impone estas formas, estos sistemas que tratan de atajar lacontradicción con el mecanismo de la imposición dogmática igualmente relativa ycontradictoria como efímera.La pérdida de la concepción de lo absoluto, el rechazo de toda posibilidad de laexistencia de valores, ideas y conceptos permanentes, inmutables, impermeables aldictado del tiempo, la asunción a nivel general y colectivo de que todo ha de sercambiable y que lo “absolutamente verdadero”, lo “permanente e indefinidamentevalido” de hoy mañana deje de serlo son causa de un permanente estado deinestabilidad.¿Cómo se podría recuperar la idea de lo absoluto, de lo permanente en sí, loinmutable y perenne ajeno a la temporalidad? Evidentemente hay formas, haymecanismos que podrían producir ese efecto de fijación, de anclaje, que frenase o,cuanto menos, ralentizase el desbocado desenlace al que lleva la inestabilidad. Y sonmuchas las voces que se han pronunciado al respecto, pero..¡No es esa la cuestión!, al menos para mí no lo es. Encuentro el problema en lageneralización de un estado de cosas que impidiendo las posibilidades de toma deconciencia sobre la efectiva situación se ha instalado en todos los resquicios del llamadomundo occidental, del mundo del progreso material relativo, como todo, y de los valores transitorios encaminados a alcanzar como fin último ese materialismo inhumano y antihumano que constituye el espejismo universal en el que hoy se vive.
Los hechos, las vivencias del presente, hablan por sí solos y se imponen en lacotidianeidad. Se siguen manteniendo esos caracteres, existencia, diferencias, movimiento y desaparición percibibles por los sentidos, aunque negados por resistencia,por temor a la evidencia, y se mantiene y promueve ese arquetipo humano que al perderel hilo de conexión con un absoluto, con un elemento mínimamente trascendente, se vuelve en sí mutable, variable, distinto en cada instante como diferentes devienen sus células y su cuerpo se va transformando. Sin la vuelta, la recuperación, de esa idea de absoluto verdadero y no parcial y relativo, de la trascendencia intemporal y no efímera,no cabe pensar en ningún tipo de orden, en ninguna posibilidad de progreso y mucho menos en una pretensión de conexibilidad con lo Universal. - Manuel Alba, abogado en ejercicio
Esta historia no sé si la debería de contar, no por vergüenza o indecoro sino porque en los tiempos que corren todo está prohibido, censurado coaccionado o penalizado… Pero esta noche me encuentro con ánimos para escribir sobre esta polémica cuestión, tal vez porque me hayan hecho efecto las dos copas de coñac que me ventilado para acompañar la ingestión de mi colección de píldoras de por la noche.
Y voy a comenzar la historia: Diremos que sucedió en mi despacho sevillano hace por lo menos treinta y cinco años, una tarde que estaba citado con un muy buen amigo, cantaor de flamenco famoso, que me traía a una amiga para que la orientase en unas cuestiones relativas a unos inmuebles que tenía alquilados. Mi amigo, ya fallecido, me advirtió que la dama era peculiar, anciana y muy especial.
Llegada la hora de la cita, mi secretaria, la fiel Pili, me anunció la llegada de la visita mientras yo escuchaba cierto revuelo entre mis colaboradores, Juan, Rafael y Carlos. Hice pasar a los visitantes y tras mi amigo apareció una portentosa imagen: Una dama vestida de traje de chaqueta blanco, con una estola de lana del mismo color, zapatos y bolso a juego y lo más destacable era que en sus brazos llevaba sendos perros caniches también de un blanco inmaculado y con cara de mala leche. Cuando el pelaje de los perrillos dejaba ver sus manos, estas eran elegantes, distinguidas, con ciertas huellas del paso de la edad y adornadas con unos esplendidos anillos. Era, efectivamente, mayor, casi octogenaria, pero mantenía un tipo elegante y conservaba cierta belleza… Como dijera mi pasante Juan, parecía salida de una película glamurosa de los años cuarenta y era cierto, al punto que yo le encontraba un aire entre Bette Davis y Johan Crawford, vamos de otro tiempo.
Sentados en torno a la típica mesa de juntas que se tienen en los despachos más que nada por impresionar, hizo mi amigo la presentación
Pertinente, me dijo que la señora era Dª Marina. Esta. Acto seguido, sacando su mano derecha de debajo del caniche correspondiente me la extendió para que yo, muy reverencioso, se la besara, aun no fiándome de si mi integridad no peligraba por llevar la nariz tan cerca del hocico del animal.
Estaba muy sorprendido por la dama. Su estilo y su maduro glamur, me pusieron muy tenso, pero ella sabedora de poder controlar cualquier situación y conocedora, como pude constatar de inmediato, del alma humana en su más amplia extensión, relajo el momento diciéndome: ¡Joven abogado, tengámonos confianza, y para ello mejor será que le diga que yo soy puta!. Mis ojos se debieron abrir como las puertas de una catedral y mi expresión supongo que sería todo un poema, pero ella siguió:¡ No, no se sorprenda, joven abogado, yo soy puta, mejor dicho he sido durante muchos años puta y ahora, a mi edad estoy, obviamente, retirada, no por haber perdido la vocación sino porque los años retiran la putez!.
Mi amigo el cantaor no podía disimular su risa ante el desparpajo de Dª. Marina y mi cara de asombro… Rápidamente pasamos a los asuntos que tenía que consultarme, las tareas que me encargaría y después nos invitó a mi amigo y a mí a cenar en un lugar de moda de la ciudad donde la recibían con devota reverencia, y con los caniches incluidos.
Durante la cena, además de ultimar detalles sobre los encargos que me realizó, se trataros muchos temas más. Ella era una mujer de mundo que había trabajado en Francia, Italia, Inglaterra y en España, hablaba varios idiomas y tenía un nivel cultural y de información que hacía muy amena la conversación. Sintiéndome más seguro y confiado, le pregunté alguna curiosidad que tenía sobre su trabajo sin querer entrar en indiscreciones ni impertinencias, pues era un terreno novedoso para mí. Ella me supo de algún modo dirigir a su terreno y me anunció que como nuestra relación profesional habría de desearse que fuese duradera, poco a poco me hablaría de “sus cosas”. Desvié la conversación y Dª Marina le preguntó al cantaor, como si yo no estuviese allí, si yo tenía experiencia en el trato de los asuntos de putas, entendidos desde mi actividad profesional, y este le dijo que no, que no sabía que yo trabajase esos temas.
Quedó la cosa así, y nos despedimos no son antes recibir de Dª Marina unas palabra de elogio y un ofrecimiento: ¡Joven abogado: si se le presentan asuntos relacionados con mi profesión, tenga usted la amabilidad de consultármelos para que le pueda asesorar y no se meta usted en ningún enredo del que no pueda después salir!
Las siguientes reuniones fueron siempre en su casa, a la hora de comer, me invitaba y gustaba que me acompañase Carlos, otro de mis colaboradores, un joven rubio y atlético con el que Dª Marina no quería absolutamente nada, sencillamente, como me decía ella, le alegraba la vista. Nos recibía siempre en una de sus dos casas, las tenía a la salida de la ciudad, hacia el Aljarafe una y en una discreta urbanización residencial a la salida hacia Madrid. Siempre nos recibió en esta última, y ambas eran las sedes de sus “establecimientos” pues aunque la putez se le había retirado por la edad, la capacidad organizativa y las dotes para la dirección empresarial no las había perdido sino que las había desarrollado de un modo prodigioso.
En torno a una mesa de comedor perfecta y primorosamente montada se desarrollaban los almuerzos de trabajo, se revisaban los contratos y se decidían cosas puntuales. Nunca tratamos sobre sus negocios de señoritas y es más me tenía apartado de toda posible tentación con la advertencia, extendida también a Carlos, que se nos prohibía ni fijarnos en las señoritas que nos servían la comida, porque ella tenía separados dos mundos diferentes….. ¡Luego lo entendí!. Si permití que a la hora del café se incorporase algún señor, algún caballero cliente, como ella los llamaba, con el fin de que me consultara algún problemilla suscitado, era lo que llamaba sesión de diván, sesiones en los que Dª Marina actuaba curiosamente de eficaz psicóloga.
Confieso que aprendí todo lo que se debe saber de aquella actividad y mucho más, de los que ella llamaba “límites éticos y morales” que los había en los viejos usos y costumbres del arte de la putez, y no como ahora que todo vale, o nada vale, o ni se sabe. Aprendí a distinguir las diversas variantes de profesionales y clientes y me encariñé con aquella señora que se pensase lo que se pensase era excelente persona.
Con los años pude tratar estos asuntos con independencia, incluso pude sacar de muchos problemas a ilustres colegas que no respetando ciertas pautas básicas, cayeron en un profundo pozo, aprendí a respetarlas a ellas y a conocer las diversas razones por las que ejercían ese oficio, incluida una que repugna a la modernidad feminista y fragmentaria: la vocacional.
¡Han pasado tantos años!. ¡Dª Marina, vencida por los años, se retiró a pasar sus últimos días en una Residencia confortable y acomodada una vez que aquellos caniches dejaron el mundo!. Murió apaciblemente, rodeada de amigos, amigos que ya quisieran saber quiénes eran los gacetilleros amantes del escándalo y la chabacanería. Habia amasado una considerable fortuna que repartió entre sus muchachas y se fue convencida de que tan mala no había sido.
Manuel Alba
Hay situaciones pastosas, que resultan difíciles de digerir, desarrollándose en escenarios públicos, atrayendo la atención de la masa informe y haciendo de colchón a los que deberían ser auténticos motivos de preocupación social. Y sé que da igual que seamos uno o miles los que pongamos atención en estas cuestiones porque el poder anestésico de medios y las formas de crear corrientes de opinión superan cualquier posibilidad de que ni tan siquiera la razón más puramente racionalista y materialista pueda ya abrirse un hueco.
Desde luego que no pretendo cambiar actitudes ni formas de proceder de la gente común ya que, incluso, me llega a resultar enormemente positivo para el mundo de mis ideas estas formas de priorizar, de otorgar categoría de asuntos de preocupación nacional a algunas cuestiones mientras que otras se van pasando sin que nadie exprese el mínimo interés.
Estos días han sido intensos en cuanto a conflictos en los que España anda ensalzada. Los problemas con Argelia, la cuestión del envío de tanques “Leopard” a Ucrania y sus consecuencias, los vaivenes en la Unión Europea, la imparable subida de precios y todos esos puntos conflictivos que nos afectan y azotan con dureza, junto con el aumento de la criminalidad, la falta de seguridad y, en fin, esas cuestiones ya comunes, cotidianas y asumidas como si fueran normales.
De la repercusión de los graves problemas económicos y políticos nadie habla en la calle, ni siquiera ahora que el futbol ha dado unos días de respiro, de hecho en los bares y sus terrazas afluye el público en masa sin importar que hay subido, como es natural, los precios de los productos que en ellos se ofrecen y nadie muestra la mínima preocupación por lo que ocurra ni en la ciudad ni en el mundo. ¡Parece que no pasa nada, o tal vez sea yo el único que piensa que está sucediendo algo!.
Mientras me informo del curso de la operación militar rusa en Ucrania, o de los conflictos en la Unión Europea por su desunión, precisamente, o las amenazas de Turquía a Grecia, de las complejas perspectivas económicas y todo aquello de lo que creo que me debo informar, la calle late con un pulso diferente. Desde mi ventana observo ese bar de abajo, donde no cabe un alfiler, con esas familias que no resultan ser de estamentos pudientes comiendo desenfrenadamente trozos salvajes de carne asada que previamente retratan con su teléfono para mandar a los allegados o amigos testimonio gráfico del festín. Obviamente falta algo: ¡Los alaridos a causa del futbol, nada más
¡Curiosa vida!. Podría desgranar montones de problemas serios pero lo cierto es que ya hasta me aburre hacerlo… ¡Esta calor me mata las ganas de meterme más hondo en cuestiones que al mundo le traen sin cuidado.
Pronto será la hora en la que muchos de los de las terrazas, de la de abajo y de las de otros bares y restaurantes, apurarán para irse a casa. Otros, ya en su casa, tomaran posiciones ante los televisores en espera del gran momento, del gran acontecimiento nacional tan esperado.
Que se haya celebrado una cena en Oslo para el cumpleaños de la princesita heredera del heredero en la que España, a otros niveles, ha vuelto a hacer el ridículo porque acudió el Rey Felipe, padrino de la cumpleañera, pero no las princesitas, Leonor y Sofía, ni su mamá, Leticia la Grande, porque esta no lo consideró oportuno, no se ha de tener en cuenta. ¡Ya se sabe!, en España tiene la Monarquía nombre de mujer: Leticia, que por mucho que la llamaran de un modo u otro los amigos de su marido, por mucho que su suegro no la pudiera ver, por mucho izquierdismo familiar, se ha sentado y asentado en el trono de modo que parece que el consorte fuese él. ¡Ahí está, más reina que Isabel II de Inglaterra o Margarita II de Dinamarca, más hierática, inexpresiva y altanera que la Esfinge, ejerciendo un control sobre las hijas que flaco favor hace al fututo de la Corona y sin querer considerar porque está en ese puesto!. Mientras otras Casas Reales han modernizado sus formas, incluso con páginas en Internet donde dan puntual cuenta de las vidas y milagros de sus miembros, aquí se impone el control férreo que solo se rompió con las imágenes de la célebre comida familiar de sopa de acelgas, o lechugas. Eso sí, la gente vibra y se emociona por esas fotos de la Reina consorte con los modelitos de fulano de tal y cual, los bolsos de la marca de moda y los zapatos a juego, como si la Monarquía fuese un pase de modelos, máxime en un país donde no están las cosas como para mucho lucimiento. ¡Que lección ha dado estos días la anciana y venerable Isabel II de Inglaterra!. ¡Pero no se puede comparar: al fin y al cabo la nuestra, la nacional es la de más postín!
Los problemas de si Juan Carlos I, (para mí Juan IV), viene o se queda allá lejos, y los varapalos que le están dando, y todas esas payasadas que van haciendo aumentar la bolsa de los partidarios de la República, tampoco tienen importancia, pero, ¡atención! ¡Ya llegó la hora!
El canal 5 de la televisión tiene al personaje nacional relevante, único, irrepetible, elevada esta temporada a Reina entre todas las Reinas de esa cadena fabricante de famosos de taza de wáter, príncipes del Reino de lo vulgar y chabacano, de los adoradores de las mentiras, los escándalos y los santos cuernos.
Vibra España, con audición extremadamente elevada, según me cuentan, por una cosa que le llaman docuserie relativa a las andanzas de la hija del boxeador y la cantante. Ella, y eso lo puedo asegurar con conocimiento de causa, fue una la persona más buenas que conocí, y fue muy poco, del mundo del espectáculo y estoy seguro que de estar viva se sentiría avergonzada por todo este tinglado, esta feria, este mercadillo que se ha montado a su costa en los últimos años. Fue una artista que gustaría más o menos, a mi muchísimo, y que dejó la inestimable herencia de sus canciones, además de lo que de bienes terrenales hubiera tenido.
No me ocupo en comentar estas cosas pero hoy siento una gran vergüenza en relación con una pregunta que se me ha hecho profesionalmente por parte de un conocido, gacetillero de un medio de comunicación… ¿Es posible que en los medios de comunicación no haya un asesoramiento jurídico suficiente como para que a mí me pregunte alguien sobre un supuesto testamento de la artista, supuestamente aparecido en un cajón, y su trascendencia?. Me asombro porque no me esperaba de este conocido mío una pregunta sobre ese tema: Uno puede otorgar en vida tantos testamentos como le venga en gana y tener copias de ellos, por supuesto, en un cajón, debajo de la cama o en el congelador, pero el que vale es el último y todo lo demás es inútil ganas de enredar que por lo que se ve sirve en el drama barato de a perra gorda que apasiona a los españolitos de mayor carnaza
España es el país del ridículo y el esperpento.
Manuel Alba